Cada sesión de yoga solo puede ser entendida como una terapia para el alma mediante la subyugación del cerebro al cuerpo. Esta subyugación no es un martirio, sino una liberación, no una negación, sino un reconocimiento por parte del primero de la grandeza y el necesario predominio del segundo. Una vez reconocida esta superioridad entre comillas, pues el cerebro también pertenece al cuerpo y la grandeza de uno es también la del otro; nuestra mente se eclipsa a si misma mediante la toma de conciencia más profunda, permitiendo que el universo ponga melodía y tempo a nuestras ásanas a través de la aceptación y la escucha activa de la exhalación. Es fundamental renunciar al dominio de la exhalación e intentar experimentarla con suma comprensión, “permitiendo que las cosas sucedan”.
Esto es lo que es el yoga para mí, y lo que modestamente creo haber aprendido, respetando cualquier otra forma de entenderlo. Cuando penetramos en la partitura del cosmos el río de la vida fluye y se engrandece, y es imposible evitar que nos arrastre de manera magnánima.
Felipe Rubio